Me dieron por muerta, oía a mi madre llorar sin parar, a
Marce también llorando y a algunos más, pero a muy pocos pues casi no conocía a
nadie, quería chillar que estaba viva pero no me podía mover, me metieron en un
ataúd, me enterraron y allí me encontraba cuando me desperté. Quería gritar
pero no podía, aun así nadie me habría oído. De repente, cuando creía que todo
estaba perdido se abrió el ataúd, se hizo una intensa luz, aunque no me dio
tiempo a deslumbrarme porque apareció su rostro, el rostro de Eduardo. Sus ojos
reflejaban una mezcla de nerviosismo y alegría. Era extraño que no tuviera
miedo de él después de lo de la noche anterior… pero había algo, aun no sé el
que, tranquilizador en su impecable rostro, con una gran sonrisa me cogió las
manos y me sacó de aquel maldito ataúd, le di un abrazo pero en seguida nos
apartamos.
-
Ven conmigo – me dijo.
Le seguí sin dudarlo, pero en mi interior se debatían el
miedo, la alegría y el nerviosismo. Estábamos llegando al bosque, cada vez
estaba más nerviosa y con más miedo y la alegría se iba escondiendo poco a poco
en lo más profundo de mi ser. Llegamos al prado de la otra vez, en ese instante
no sabía ni lo que sentía, sabía que era una tontería estar mal, me había dicho
que no era un vampiro sino al contrario, pero entonces… ¿por qué me había
mordido? Nos sentamos en el mismo lugar de la otra vez, esta vez la luna era
más grande que la noche anterior, incluso parecía que se podía tocar con tan
solo estirar los dedos de la mano.
-
Verás, tengo que explicarte lo que pasó anoche…-
empezó, se le notaba en la voz que estaba igual o más nervioso que yo, y eso en
esos instantes era muy difícil- verás, dicen las antiguas leyendas que tan solo
el 9º hijo de cada familia Shiztrem conoce el amor verdadero, yo soy el 9º de
mi familia, pero ninguna suele tener tantos hijos así que soy un caso muy
particular. En ese amor ambos sienten una extraña sensación cuando están cerca
que no sé cómo se llama, yo lo siento y anoche, no sé aún como, noté que tú
también lo sentías. No sé por qué me entró unas irresistibles ganas de
morderte, la leyenda dice que solo el 9º tiene el poder de convertir en
Shiztrem a su amor, este queda inconsciente un día hasta que acaba la
trasformación y eso es lo que pasó.
-
Entonces, ¿soy una Shiztrem?- sin saber por qué,
la idea me gustaba. Creo que él se dio cuenta, porque me miró y su expresión se
volvió sombría.
-
No creas que es algo bueno en los tiempos que
corren, ahora te verás obligada a luchar contra el ejército de vampiros que se
están formando, y, aunque seamos inmortales, los vampiros si pueden matarnos.
-
¿Somos inmortales?- eso me pillaba de sorpresa,
pero era una pregunta absurda, pues lo acababa de afirmar.
-
Ajá.
-
Vaya…
-
Pero ahora que me acabo de acordar, tenemos
antes un problema mayor que los vampiros: supuestamente estás muerta.
-
Os… ¡es verdad!- ya no me acordaba de ese
pequeño, pero a la vez gran, detalle.
Empezó a entrarme la confusión,
el miedo, el nerviosismo… era una mezcla de emociones a punto de estallar, sin
poder controlarme se me escaparon algunas lágrimas, que al poco rato se
convirtieron en muchas y luego en llanto, no podía parar de llorar, Edu me
abrazó hasta que se me pasó y pude pensar con claridad, pero no se me ocurría
nada, estuvimos muchas horas pensando, hasta que a Edu se le ocurrió una idea:
-
Tengo un amigo médico – dijo – existe una
enfermedad, de la que ahora no recuerdo su nombre…- se sonrojó, no pude evitar sonreír,
era la primare vez que le veía ruborizarse y sin saber porqué eso me hacía
sentir bien – bueno, la cuestión es que esa enfermedad hace que tu cuerpo no se
pueda mover y parezca que una persona esté muerta, tal vez él pueda
hacerte algún documento en el que diga que padeciste eso, y creo que
funcionará, porque no te hicieron autopsia (ni a ti, ni a nadie en este
pueblo).
-
Vale- en ese instante tenía una sonrisa de oreja
a oreja- eso haremos.
Y eso hicimos, al final la enfermedad resulto llamarse
catalepsia, todos se sorprendieron al
verme, se asustaron, se pusieron alegres, y todo ello lo percibía yo, se lo
conté a Eduardo y me dijo que como yo había sido la primera persona que él
había convertido tenía una especie de don, el mío era ese, percibir los
sentimientos de la gente que tenía alrededor cuando estos sentimientos se
producían por mí. Pasaron varias semanas
hasta que conseguimos arreglar el asunto de “mi muerte”, entonces comenzamos a
entrenar para la lucha…
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